Una corroboración indirecta de que César Augusta fue y se sintió vinculada a la divina estirpe de su fundador y epónimo y a su destino preternatural es la muy intensa devoción que mantuvo por su linaje y las personas de su Casa, algunas de las cuales aceptaron, incluso, ostentar cargos locales en la capital del Ebro. Este capítulo, de singular interés, nos es conocido sólo a través de las monedas romanas emitidas por la colonia. Pero, por fortuna, éstas son muy abundantes y explícitas, de forma que permiten interpretaciones seguras, además de constituir, por su naturaleza misma, un género de fuente digno de confianza para el historiador.
César Augusta recordó continuamente su condición de colonia y su nacimiento legionario: es patente que estaba orgullosa de ambas circunstancias. Para ello emitió muchas monedas en cuyo reverso figuraba la ceremonia fundacional: un sacerdote, con la cabeza cubierta por un pliegue de su toga, abría la tierra con un arado ritual, del que tiraba una pareja de bóvidos elegidos según prescripciones religiosas. Como ciudad militar, reprodujo a menudo los nombres de las tres legiones fundadoras junto a los emblemas del ejercito, que adoptan formas variadas, pero que, en las acuñaciones más cuidadosas, están presididas por el águila de Júpiter, (mitológicamente hablando) ave pequeña y de plumaje negro, llegada de las heladas tierras del norte que, desde hacía tres generaciones, por decisión de Cayo Mario, era el símbolo principal de toda legión romana. Naturalmente, el César reinante ocupó preferentemente el anverso de las monedas. No hay nada llamativo en ello. Sí en cambio, en la continua muestra de afecto y deseo de honrar a los familiares de Augusto y no sólo a éste.
Los descendientes directos de Augusto sufrieron un sino trágico. Su única hija, Julia, casada en segundas nupcias con Agripa, le dio tres nietos varones, Cayo César, Lucio César y Agripa Póstumo (que nació ya muerto su padre). A los dos mayores los adoptó Augusto como hijos y presumibles sucesores, los colmó de distinciones oficiales y los preparó para el gobierno de Roma, seguro de que el Senado y el pueblo aceptarían la continuidad del carismático linaje, aunque oficialmente el régimen no era una monarquía. Cuando se produjo su presentación en público, César Augusta acuño piezas de doble valor que el normal (dupondios, en lugar de ases), mostrando a Augusto flanqueado por sus amadísimos nietos (hijos ya, según la ley), rodeados de las enseñas de las legiones fundadoras e indicando que el mayor, Cayo, estaba propuesto por el pueblo para cónsul de Roma cuando alcanzase la edad (20 años). El muchacho tenía sólo 15 y aparece en la moneda cesaraugustana como Cos. Des., esto es, cónsul designatus ( de antemano y para cinco años más tarde). Lucio, el nieto menor, murió prematuramente en el año 2 de la Era y, dos años más tarde, su hermano mayor. Augusto, apenadísimo y sin sucesores de su sangre, tenía dos hijastros, hijos del primer matrimonio de su esposa, Lívia. Adoptó como hijos al mayor, Tiberio, (al que tenía menos afecto que al otro, Druso), que fue su sucesor, y al pequeño Agripa Póstumo, que, como sus otros dos nietos, tampoco vería la madurez.
Augusto tuvo gran afecto por Druso, y por el hijo de éste, Germánico (el padre de Calígula), a quien lo demostró de forma continuada y ostensible, obligando a Tiberio, que no tenía hijos, a que lo adoptase. Germánico fue promovido al rango de cónsul por Augusto (ya su abuelo adoptivo) y César Augusta no sólo conmemoró el suceso, sino que logró de la Casa Imperial que el joven cónsul y príncipe aceptase un año ser uno de los dos duunviros de la colonia, lo que supuso para ésta, sin duda, además de un gran honor, beneficios materiales que no conocemos. La moneda, otra vez, volvió a ser la de máximo valor posible en una pieza de bronce, el dupondio, y en ella figuraron el duunviro ordinario y el que, en nombre de Germánico, ejercería de hecho la magistratura: el "prefecto (delegado) de duunviro" Tiberio Clodio Flavo. Las menciones aparecen en dos dupondios diferentes, uno de los cuales muestra las sólitas enseñas militares llevadas en la fundación de la colonia de cesaraugusta y, el otro, la ceremonia de la fundación de la ciudad. En las monedas corrientes, de mitad de valor (ases de bronce), se reseña también la circunstancia y el emblema utilizado es una extraña ave, (se supone que es la misma reseña llevada por las legiones en su conquista del imperio, el águila de Jupiter) cuyo significado no es seguro, aunque sí se sabe que al menos dos de las tres legiones cesaraugustanas la tuvieron como animal sagrado.